miércoles, 9 de febrero de 2011

NUNCA, NUNCA, NUNCA OFREZCAS UN CONSEJO




Esta lectura, expone una de mis dudas existenciales..como dar un consejo. Algo que parece a priori sencillo para mi resulta una situación ante la que muchas veces no se como actuar.

Yo me identifico con Margaret pero a la inversa, ella necesita dar consejos para realizar su trabajo yo quiero encontrar otras vías que las meramente ser una consejera.

Y es que estoy totalmente de acuerdo con estos puntos:

  1. El aconsejar supone un interés personal por parte de una de las personas, alguien que necesita un consejo es de alguna manera vulnerable en ese aspecto
  2. El consejo  no debe ser una orden, no podemos formularlo como si así fuera, puede ser aceptado o rechazado
  3. Aconsejar es un arma de doble filo, todos hemos vivido el “ te lo dije” o el más temido por mi parte “ Es que tú me  lo dijiste…”
El dar consejos, conlleva varías partes, una de ellas un parte de comunicación, de conversación entre dos personas, la cual es clave. En toda conversación, jugamos con un componente de relación de emisor y receptor, y generalmente el que da consejos asume el papel del “ignorante” del “   que no sabe” y el que los da “de experto”  Esto muchas veces crea problemas.

Y aquí viene para mi lo más interesante de la lectura, el consejo suele conllevar una toma de decisiones y estas suelen ir orientadas a un cambio a algo que queremos evitar o lograr. Y para ello podemos encubrir de alguna manera el consejo, que lo escondamos sutilmente.
Por ejemplo, si contamos una historia o nos posicionamos desde el prisma de “ Que sucedería si..” estamos en un lugar neutro, nos es más fácil posicionarnos  y situar al mismo tiempo a la persona que nos pide consejo.

Los cuentos siempre han cumplido con esa misión de moraleja, que llega a la razón y al corazón como dice el texto. Así, de esta manera las reticencias son mucho menores. Esto me gusta mucho he de confesarlo…no doy consejos, expongo situaciones.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo, y es más, precisamente los grandes maestros de la antigüedad escondían sus enseñanzas entre los bastidores de leyendas, cuentos y fábulas, como la famosa fábula del ermitaño y la montaña. Muy buena reflexión, ojalá muchos consejeros aprendiesen a aconsejarse a ellos mismos.

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