Voy a contar una vivencia personal que me ocurrió hace un tiempo.
En un curso hicimos un ejercicio en el que pudimos comprobar la importancia de los espacios interpersonales, uno de nosotros tenía que ponerse contra una pared y otro en frente de él, tenía que contarle una historia a la vez que se iba acercando poco a poco.
Cuando era una persona que conocíamos, que trabajaba con nosotros aguantamos bastante antes de empezar a dar pasos a un lado o a otro, sin embargo cuando era alguien desconocido los compañeros empezaban a mirar a los lados con cierta ansiedad ,tratando de buscar una salida, mucho antes.
Esta claro que todos y cada uno de nosotros tenemos nuestro espacio personal, nuestro espacio de seguridad, nuestra burbuja, tal como lo describió Edward Hall.
Este espacio puede ser más pequeño o mayor en función de muchos factores, de nuestra cultura, de cómo seamos nosotros..etc
Pero lo más importante es que nosotros mismos podemos, somos capaces de ampliar y reducir este espacio, esta burbuja, en función de nuestras necesidades, podemos expandir o podemos adaptarla a lo que nos rodea.
Esta necesidad de preservar nuestro espacio, que no nos lo invadan, que nuestra intimidad no esté comprometida, la tenemos todos, es algo adaptativo.
Es el fenómeno de la burbuja, que creamos para delimitar donde terminamos nosotros y dónde empieza el mundo. Gregory Bateson, determinó que para los ciegos, su mundo terminaba en la punta de su bastón, que es el elemento que le permite mantener contacto con el exterior, pero claro está, podemos ir mas allá, pues nuestra burbuja es flexible, crece o se hace más pequeña...y todo esto lo hacemos de manera inconsciente. Ahora que lo sabemos podemos trabajar mucho más detenidamente en ello.
En una demostración que hicimos en clase cada uno de nosotros jugamos ampliar nuestras burbujas para hacer que una o dos personas estuvieran dentro de ella.
Inmediatamente cuando hablábamos con ellos, la conversación era más cercana, más próxima.
En un centro escolar, si como profesores, como alumnos, ampliamos nuestra burbuja al grupo entero e intentamos generar sintonía con las personas que comparten nuestro tiempo, alimentamos de forma muy sutil pero efectiva un sentimiento de pertenencia al grupo.
Cuando nos encontramos ante una persona a la que queremos ayudar tenemos que sintonizar con ella, entender lo que piensa, lo que siente, tenemos que ponernos en su mismo plano, saber como es en ese momento “su mapa del mundo”
En una palabra, tenemos que entender que mapa está viendo, que camino está siguiendo, para andarlo con El/ ella y en caso necesario, una vez hayamos hecho esto, poderlos confrontar con otra realidad que no sea la suya.
Saber que extensión tiene el mapa, que límites tiene marca la manera que tenemos de relacionarnos, de interactuar.
Uno de los problemas que vemos en la enseñanza es que nosotros estamos en una dimensión y nuestros alumnos están en otra, es como si intentáramos que vieran una película en 3D sin las gafas adecuadas, no vemos lo que nos rodea, de la misma manera y eso crea que sean extraños para nosotros y viceversa. El sintonizar con ellos, atender a esos detalles, a los márgenes, a los colores a sus dimensiones nos acerca a su mundo
De una comunicación cercana, positiva y constructiva es más fácil lograr lo que queremos ayudarles.
Tu mapa no es el mío pero puede serlo
Hola
ResponderEliminarBuena síntesis de la última sesión. Podría añadir a tu última frase, "tu mapa no es el mío, pero puedo tratar de comprenderlo, conocerlo, explorarlo, y a la vez comprender, conocer y explorar mi propio mapa". Son procesos co-constructivos, de carácter colaborativo.
Profundizaremos en esto...
Alejandro